Sueño vivir en el desierto en invierno con ellos.
las dunas son esplendorosas de noche.. me acuerdo de la historia de aquel hombre que amaba una princesa y el sultán la encerró en una torre en el medio del desierto. El se quedo mirando su ventana desde la arena de noche y día. Pasaron tantos días que el viento casi lo cubrió de arena y el una noche se echo a correr hacia la torre y trepó los rosales blancos llenos de espinas que la rodeaban.. Eran magnificas rosas blancas pero su espinas se clavaban en sus manos y en su rostros y el continuó sin pensar a su dolor.. Llego a la ventana y finalmente abrazó la princesa. El sultán entró en aquel momento y se quedó asombrado. Nada podía hacer contra la fuerza del amor....
(...)
A Abdul esta historia le habrá gustado?? pienso que si...
Porque me gusta a mi el desierto??' Porque es limpio asi decia ,,,,oliver de Arabia .. porqué es puro y viril .
necesito la esencia, la pureza de la naturaleza extrema.
Una noche el viento empezó a soplar dando golpes a las jaimas. Había intentado dormir pero no pude. El viento rugía y no se puede hacer nada contra el viento. A medida que pasa el tiempo puedes sentirte loco.. Decía basta entre mi. El viento es Señor del desierto es inútil ser enfadados con el. Solo cuando decidirá interrumpirá soplar.
Solo los hombres azules y la libélulas pueden viajar con el viento.. ambos son hijos del viento....
La
arena
Piensa
en los millares de años que han sido necesarios para que la lluvia,
el viento, los ríos y la mar hicieran de una roca esa capa de arena
con la que estás jugando.Piensa en los miles de seres que han sido
necesarios para que tus labios estén cálidos bajo mis besos.Como
el peregrino se abluciona con arena, alzo en mis manos dos puñados
de este polvo de oro con que tú juegas y cubro mis espaldas....
la sombra alargada de un ciprés, mis dos lebreles duermen, como
yacen las flechas en la aljaba.
Cierra
dúlcemente la puerta y ven a acariciarlos: tu mano hará que en sus
años se levante la frescura de un arroyo del Líbano.
La serpiente
Se había sentado sobre mis rodillas...
Yo
había deslizado mi mano bajo su túnica, y con voz indiferente
hablaba de los rebaños, de la agilidad de los perros, de la hierba
que crece...
Sus
piernas eran lisas y firmes. Al fín me pareció advertir que la
acariciaba...
-!Hay
una serpiente bajo mi vestido! -dijo entonces, riendo...
-Justamente
-le contesté-, la estoy buscando...
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